Un negociante tenía tres hijas de las cuales la más pequeña era la más hermosa y por eso la llamaban Bella. Bella era una mujer bondadosa que ayudaba mucho a su padre a diferencia de sus hermanas que sólo pensaban en vestidos y novios.
Eran una familia muy pobre, el padre cada día se preocupaba más por que a sus hijas no les falte comida. Una tarde escuchó que en el pueblo se estaban haciendo muy buenos negocios, así que tomó todo lo que había obtenido de su pobre cosecha y algunas cosas para vender y se fue al pueblo. Las hijas mayores antes de partir le pidieron que les traiga un vestido de regalo. En cambio, Bella - que sabía lo que costaban y el esfuerzo que supondría para su padre - le pidió una rosa.
Luego de terminar sus negocios el padre se dispuso a volver a su hogar, pero como estaba anocheciendo se equivocó de camino y se perdió. Así fue como llegó hasta un castillo y entró para pedir un sitio donde dormir. Como no vio a nadie lo recorrió y llegó a un comedor donde había una mesa servida con deliciosos platos; esperó un rato para ver si volvía el dueño, pero al notar que estaba solo se sentó y comió un poco de cada fuente de comida; luego subió a una habitación y se recostó hasta quedar profundamente dormido.
Cuando despertó al día siguiente, en lugar de sus viejas ropas encontró unas nuevas, se las puso, bajó al comedor, y encontró la mesa servida con un abundante desayuno con cereales, tortas, galletas y dulces. Sentía que algo extraño sucedía porque en el castillo no escuchaba ruidos ni se cruzaba con ninguna persona, pero como todavía le quedaba mucho viaje hasta su hogar bebió y comió mucho. Se preparó para partir cuando recordó que Bella le había pedido una flor; salió al jardín y cortó una rosa de los tantos rosales que rodeaban la casa.
En aquel instante el ruido de unos pasos lo sobresaltó, se dio vuelta y frente a él vio a un ser con cuerpo de hombre pero con una cara que parecía la de un monstruo. Lo miró fijo sin pronunciar palabra hasta que el monstruo le dijo:
- ¿Por qué tienes tanto miedo? Soy una persona igual que tú, aunque por tu cara debes pensar que soy una bestia o algún ser salvaje. Eres un mal agradecido y eso me ofende mucho, te di de comer, te regalé ropas nuevas y ¿Me pagas robando una flor de mi jardín que es lo más sagrado de mi casa?
- Perdone – le respondió el negociante – Mi intención no era hacerle daño, solo deseaba llevarle una rosa de regalo a mi hija.
- Debería matarte por dañar mi rosal, pero te perdonaré con la condición de que me traigas a tu hija.
El negociante volvió a su hogar amargado pensando como salvar su vida y la de su hija. Al llegar le contó a Bella lo sucedido, sin embargo, esta que amaba a su padre lo tranquilizó y le dijo que iría al castillo para ver que quería esa bestia.
Así marcharon los dos en la madrugada, caminaron casi hasta el mediodía hasta que llegaron a las puertas del castillo. Cuando la bestia los recibió Bella se escondió detrás de su padre temblando de miedo.
- Te puedes marchar y dejar a tu hija en el castillo, no le haré ningún mal sólo deseo un poco de compañía- le dijo la bestia al padre. Lo que buscaba en realidad era una mujer que lo amara.
Pasaron los días y la bestia era muy bueno con Bella, le preparaba comidas tan ricas como nunca había probado, le enseñó a trabajar con las plantas y hasta le regaló uno de los rosales.
Una tarde recibió la visita de su hermana mayor que le contó que su padre estaba muy enfermo, llorando le suplicó a la bestia que la deje ir a su casa para poder cuidar de él, prometiéndole volver en cuanto se recupere. Antes de que Bella se fuera él le obsequió una rosa para que lo recuerde, le declaró su amor y le propuso matrimonio para gran sorpresa de ella que nunca había sospechado nada, ni siquiera se le había pasado por la cabeza la posibilidad de tener una relación con él, a pesar del cariño enorme que sentía. No encontraba las palabras para negarse sin herirlo, sólo lo miró con lágrimas en los ojos, lo abrazó y le dijo:
- Perdón, pero no puedo-
- ¿Es por mi fealdad? Nunca me lo dijiste, pero te parezco un monstruo ¿no? – le preguntaba la Bestia mientras se tapaba la cara para que Bella no lo vea llorar.
Bella sólo le dijo que debía irse lo más rápido posible a lo de su padre porque la necesitaba mucho. Y así partió camino a su hogar. En el recorrido no dejaba de pensar en la propuesta y lo que más le asombró fue darse cuenta que sentía tristeza por haberlo dejado sólo en el castillo; igualmente no debía darle vueltas al asunto porque lo más importante en ese momento era la salud de su padre.
El padre estaba enfermo en la cama y le costaba hablar, pero al ver a Bella, los ojos se le iluminaron de felicidad. La presencia de su hija menor y el saber que ella se encontraba bien, lo reanimó de tal modo que en pocas semanas estuvo listo para levantarse y retomar su vida habitual.
Bella lo ayudaba a trabajar y se encargaba de los quehaceres de la casa, y al estar tan ocupada se olvidó del castillo y de la Bestia.
Una noche soñó que la Bestia se estaba muriendo, se despertó sobresaltada y angustiada porque el sueño había sido muy real, no logró dormirse hasta que al amanecer se levantó, puso algo de ropa en la maleta, le explicó al padre que debía volver al Castillo.
Eran una familia muy pobre, el padre cada día se preocupaba más por que a sus hijas no les falte comida. Una tarde escuchó que en el pueblo se estaban haciendo muy buenos negocios, así que tomó todo lo que había obtenido de su pobre cosecha y algunas cosas para vender y se fue al pueblo. Las hijas mayores antes de partir le pidieron que les traiga un vestido de regalo. En cambio, Bella - que sabía lo que costaban y el esfuerzo que supondría para su padre - le pidió una rosa.
Luego de terminar sus negocios el padre se dispuso a volver a su hogar, pero como estaba anocheciendo se equivocó de camino y se perdió. Así fue como llegó hasta un castillo y entró para pedir un sitio donde dormir. Como no vio a nadie lo recorrió y llegó a un comedor donde había una mesa servida con deliciosos platos; esperó un rato para ver si volvía el dueño, pero al notar que estaba solo se sentó y comió un poco de cada fuente de comida; luego subió a una habitación y se recostó hasta quedar profundamente dormido.
Cuando despertó al día siguiente, en lugar de sus viejas ropas encontró unas nuevas, se las puso, bajó al comedor, y encontró la mesa servida con un abundante desayuno con cereales, tortas, galletas y dulces. Sentía que algo extraño sucedía porque en el castillo no escuchaba ruidos ni se cruzaba con ninguna persona, pero como todavía le quedaba mucho viaje hasta su hogar bebió y comió mucho. Se preparó para partir cuando recordó que Bella le había pedido una flor; salió al jardín y cortó una rosa de los tantos rosales que rodeaban la casa.
En aquel instante el ruido de unos pasos lo sobresaltó, se dio vuelta y frente a él vio a un ser con cuerpo de hombre pero con una cara que parecía la de un monstruo. Lo miró fijo sin pronunciar palabra hasta que el monstruo le dijo:
- ¿Por qué tienes tanto miedo? Soy una persona igual que tú, aunque por tu cara debes pensar que soy una bestia o algún ser salvaje. Eres un mal agradecido y eso me ofende mucho, te di de comer, te regalé ropas nuevas y ¿Me pagas robando una flor de mi jardín que es lo más sagrado de mi casa?
- Perdone – le respondió el negociante – Mi intención no era hacerle daño, solo deseaba llevarle una rosa de regalo a mi hija.
- Debería matarte por dañar mi rosal, pero te perdonaré con la condición de que me traigas a tu hija.
El negociante volvió a su hogar amargado pensando como salvar su vida y la de su hija. Al llegar le contó a Bella lo sucedido, sin embargo, esta que amaba a su padre lo tranquilizó y le dijo que iría al castillo para ver que quería esa bestia.
Así marcharon los dos en la madrugada, caminaron casi hasta el mediodía hasta que llegaron a las puertas del castillo. Cuando la bestia los recibió Bella se escondió detrás de su padre temblando de miedo.
- Te puedes marchar y dejar a tu hija en el castillo, no le haré ningún mal sólo deseo un poco de compañía- le dijo la bestia al padre. Lo que buscaba en realidad era una mujer que lo amara.
Pasaron los días y la bestia era muy bueno con Bella, le preparaba comidas tan ricas como nunca había probado, le enseñó a trabajar con las plantas y hasta le regaló uno de los rosales.
Una tarde recibió la visita de su hermana mayor que le contó que su padre estaba muy enfermo, llorando le suplicó a la bestia que la deje ir a su casa para poder cuidar de él, prometiéndole volver en cuanto se recupere. Antes de que Bella se fuera él le obsequió una rosa para que lo recuerde, le declaró su amor y le propuso matrimonio para gran sorpresa de ella que nunca había sospechado nada, ni siquiera se le había pasado por la cabeza la posibilidad de tener una relación con él, a pesar del cariño enorme que sentía. No encontraba las palabras para negarse sin herirlo, sólo lo miró con lágrimas en los ojos, lo abrazó y le dijo:
- Perdón, pero no puedo-
- ¿Es por mi fealdad? Nunca me lo dijiste, pero te parezco un monstruo ¿no? – le preguntaba la Bestia mientras se tapaba la cara para que Bella no lo vea llorar.
Bella sólo le dijo que debía irse lo más rápido posible a lo de su padre porque la necesitaba mucho. Y así partió camino a su hogar. En el recorrido no dejaba de pensar en la propuesta y lo que más le asombró fue darse cuenta que sentía tristeza por haberlo dejado sólo en el castillo; igualmente no debía darle vueltas al asunto porque lo más importante en ese momento era la salud de su padre.
El padre estaba enfermo en la cama y le costaba hablar, pero al ver a Bella, los ojos se le iluminaron de felicidad. La presencia de su hija menor y el saber que ella se encontraba bien, lo reanimó de tal modo que en pocas semanas estuvo listo para levantarse y retomar su vida habitual.
Bella lo ayudaba a trabajar y se encargaba de los quehaceres de la casa, y al estar tan ocupada se olvidó del castillo y de la Bestia.
Una noche soñó que la Bestia se estaba muriendo, se despertó sobresaltada y angustiada porque el sueño había sido muy real, no logró dormirse hasta que al amanecer se levantó, puso algo de ropa en la maleta, le explicó al padre que debía volver al Castillo.
Al llegar, buscó en vano a la Bestia por todas las habitaciones y salones, hasta que salió al jardín y lo encontró tirado al lado del rosal, corrió hacia él y lo llevó adentro para cuidarlo y bajarle la fiebre.
Sentada junto a su cama lo miraba Si no llegaba a tiempo podría haber muerto, y haberlo perdido para siempre - pensaba Bella-¿qué me esta pasando? .
Aunque en el fondo sabía que estaba enamorada de él no quería admitirlo.
Al despertar la Bestia le dijo a Bella:
- ¿Qué haces en mi casa? Pensé que nunca volvería a verte ¿por qué volviste?
- Es difícil de explicar, pero al verte así enfermo pensé que te podrías haber muerto y me di cuenta de que te quería. Me enseñaste con tus actos que en la vida es más importante para ser feliz tener al lado un hombre bueno que me cuide y me ame, que tener un hombre físicamente apuesto – Bella lo tomó de las manos y con una sonrisa le dijo – si tu propuesta sigue en pie mi respuesta es sí, quiero que nos casemos.
Fue tanta la felicidad de la Bestia que la abrazó, la besó y ocurrió lo inesperado: su rostro empezó a transformarse; Bella se asustó y se alejó de él.
- No temas – la tranquilizó la Bestia – hace años una bruja me hechizó convirtiéndome en un monstruo, para recuperar mi verdadero aspecto una mujer debía aceptar casarse conmigo y amarme a pesar de mi fealdad.
De esta manera, la Bestia se convirtió en un apuesto Príncipe. Fueron a pedir la mano al padre de Bella para casarse, quien se la accedió con gran alegría; y un mes más tarde celebraron la boda en el castillo y fueron muy felices por siempre.
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